viernes, 3 de febrero de 2012

Capítulo 8





8,15 horas




Me despierto apenas; tengo a mi lado dos camas, dos compañeros durmiendo. Y ese olor insistente a orín, espeso como las tapas de este cuaderno.
¿Estarán soñando?
Después de trabajar poéticamente con lo onírico, me quedé sin respuestas, sin sensaciones. En un punto donde no sé si existen los sueños.
— Yo que soñé embriones en ex novias, embriones donde los había; gatos atropellados en una carretera y cartas pasadas por debajo de la puerta—.
Me quedé paralizado de terror en un punto donde la única pregunta podría ser:
¿Para qué el hombre se mueve en dos realidades posibles, el sueño y la vigilia?
Quiero darme un espejo para ver mi rostro despertar, asumir la vigilia como propia, pero el suero y el fluir contrariado de la sangre me hace desistir.
Glucosa...
Apagate, por favor glucosa. Quiero dormir el sueño perfecto, el último. El que concuerde con la vigilia como un calco, como el de Alicia en el país de las maravillas. Un sueño para niñas pergreñado por un niño adulto.
El último sueño y no despertar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario