lunes, 27 de febrero de 2012

CAPITULO 10

Capítulo 1o

8, 20 horas


Pienso en Borges, pero al cerrar los ojos, sin saber aún si estoy dormido o si estoy despierto, le grito a los perros que deambulan ya, escupiendo saliva de entre mis dientes destrozados por la bebida: Y tendría que gritarle a él:


“Sentir que la vigilia es otro sueño

Que sueña no soñar y que la muerte

Que teme nuestra carne es esa muerte

de cada noche, que se llama sueño.”*





*Jorge Luis Borges



martes, 7 de febrero de 2012

Capítulo 9

La mujer que me sueña.

Encuentros del otro lado.
en el sueño te desaparecías, volvías, no llegaba a verte, te escondías.
en este lado las cosas se resuelven. hay un fondo y por lo menos sé , el dolor no es inagotable.


viernes, 3 de febrero de 2012

Capítulo 8





8,15 horas




Me despierto apenas; tengo a mi lado dos camas, dos compañeros durmiendo. Y ese olor insistente a orín, espeso como las tapas de este cuaderno.
¿Estarán soñando?
Después de trabajar poéticamente con lo onírico, me quedé sin respuestas, sin sensaciones. En un punto donde no sé si existen los sueños.
— Yo que soñé embriones en ex novias, embriones donde los había; gatos atropellados en una carretera y cartas pasadas por debajo de la puerta—.
Me quedé paralizado de terror en un punto donde la única pregunta podría ser:
¿Para qué el hombre se mueve en dos realidades posibles, el sueño y la vigilia?
Quiero darme un espejo para ver mi rostro despertar, asumir la vigilia como propia, pero el suero y el fluir contrariado de la sangre me hace desistir.
Glucosa...
Apagate, por favor glucosa. Quiero dormir el sueño perfecto, el último. El que concuerde con la vigilia como un calco, como el de Alicia en el país de las maravillas. Un sueño para niñas pergreñado por un niño adulto.
El último sueño y no despertar.



miércoles, 1 de febrero de 2012

Capítulo 7






06,17 horas




Me despierto sobresaltado, estoy al lado del baño pero igual la urgencia del orín se prende como una garrapata de la vejiga. Me levanto como puedo y me descubro mareado.
El suero se resiste a ser manipulado como un cuerpo más, como una presencia más... “Estuvo tres días sin comer y tomando ginebra, necesitamos ponerle suero. No se preocupe, es glucosa, nada más. Para estabilizar su organismo... Perdón que lo increpe de esta manera, pero prefiero serle franco:¿intentó matarse?”.
¿Intenté matarme?
Bueno, no era para tanto...
¿Intenté matarme?
El sabor de la ginebra todavía se cuela en mi boca y la repugnancia por la comida vuelve como el sexo insatisfecho y a medio deglutir.
“Acabo de tomar 18 Whiskys, es un buen record ¿No?”, dijo Dylan Thomas y yo con mi glucosa a cuestas, me siento un cobarde. ¿De dónde sacarán toda esta porquería? Por un momento, pequeño, desechable, me siento un patafísico. Bah, un pelotudo.
¿Intenté matarme?
Recuerdo, apenas, haber dicho que “no” el día anterior, en otro hospital, en otra situación.
Ahora estoy mareado.
Y el baño que se acercaba se aleja bajo extrañas leyes de física.
Logro entrar al baño y derramarme en el inodoro.
Elevo la cabeza y la luz me enceguece, apenas veo mi pulpa de glucosa, sosteniéndome.
La garrapata se afloja y el resultado es un agua turbia, oleaginosa, casi vegetal.
Me pregunto si se podrá tener sexo en un lugar como éste.
Antes de hacer el esfuerzo para levantarme siento la erección, el glande mamando la glucosa a 14 gotas por minuto.
¿Intenté matarme?